Un acto de comunión espiritual por Danielle Rose
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“Mientras comían, Jesús tomó el pan y, después de bendecirlo, lo partió y lo dio a sus discípulos. Tomad y comed -dijo-, esto es mi cuerpo”. Luego tomó una copa y, después de dar gracias, se la entregó diciendo: “Bebed todos de ella, porque ésta es mi sangre, la sangre de la alianza, derramada por muchos para el perdón de los pecados.” Mateo 26:26-28
Jesús instituyó el Sacramento de la Eucaristía en la Última Cena. Desde el principio la Iglesia ha repetido sus acciones y palabras y ha celebrado el Sacrificio de la Eucaristía en cada Misa. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que la Eucaristía es “la fuente y la cumbre de la vida cristiana… porque en la bendita Eucaristía está contenido todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo…” (#1324). Mediante la recepción del Cuerpo y la Sangre de Jesús en la Sagrada Comunión recordamos su muerte y resurrección. A través de la Sagrada Comunión recibimos la gracia para fortalecernos y ayudarnos a crecer en la vida de Cristo, ofreciendo “la acción de gracias y la alabanza a Dios Padre, el memorial sacrificial de Cristo y de su Cuerpo, la presencia de Cristo por el poder de su palabra y de su Espíritu” (#1381).
27 de diciembre de 2020 – comunión del fuego
“En una variedad de formas, estamos minimizando el nivel de contacto físico que está sucediendo en la vida de la iglesia, mientras que todavía trata de continuar con las actividades normales”, dijo el reverendo Justin Coleman, que está coordinando con su personal y la comunicación con otros clérigos en su área sobre las mejores prácticas para el culto corporativo en las nuevas circunstancias.
Coleman dijo que la compra de las tazas especiales es parte de una “forma proactiva de pensar en nuestras prácticas de ajuste en el futuro”, junto con el cambio de la forma en que las personas se saludan, llenan las tarjetas de registro para anotar su presencia, y contribuyen a la ofrenda semanal.
Su histórica iglesia, de unos 1.800 miembros -con ministerios de niños y jóvenes, así como un porcentaje significativo de adultos mayores-, no es ni mucho menos la única que está considerando este tipo de productos envasados para una tradición sagrada en toda una serie de iglesias cristianas.
“Sí, hemos visto un aumento de diez veces en las ventas de estos artículos”, dijo Audrey Kidd, una ejecutiva de la Editorial Metodista Unida, cuando se le preguntó si el proveedor de la iglesia, Cokesbury, había recibido más solicitudes para la opción envasada para la Comunión.
Primera Comunión de Hannah Rose Robin – Aspectos destacados
Me complace saludar a los niños y niñas que van a recibir la Primera Comunión y a sus padres, familiares y amigos. A todos vosotros, os ofrezco el hermoso saludo que se intercambia en vuestro país en el tiempo de Pascua: “¡Cristo ha resucitado!”. Este saludo es la expresión de nuestra alegría como cristianos, como discípulos de Jesús. Nos alegramos porque, por amor a nosotros, Jesús dio su vida en la cruz y destruyó el pecado. Resucitó y nos hizo hijos adoptivos de Dios Padre. Nos alegramos porque está vivo y presente entre nosotros, hoy y siempre.
Queridos chicos y chicas, habéis venido desde todos los rincones de este “País de las Rosas” para participar en una maravillosa celebración. Estoy seguro de que nunca olvidaréis este día: vuestro primer encuentro con Jesús en el sacramento de la Eucaristía. Alguno de vosotros podría preguntarme: ¿Cómo podemos encontrarnos con Jesús? Vivió hace mucho tiempo, pero luego murió y fue depositado en el sepulcro. Es cierto: Jesús realizó un inmenso acto de amor para salvar a los seres humanos de todos los tiempos. Permaneció tres días en el sepulcro, pero sabemos -los Apóstoles y muchos otros testigos que lo vieron vivo nos han asegurado- que Dios, su Padre y el nuestro, lo resucitó. Ahora Jesús está vivo y está aquí con nosotros. Por eso podemos encontrarlo hoy en la Eucaristía. No lo vemos con nuestros ojos físicos, pero lo vemos con los ojos de la fe.
Comunión de flores
Habéis venido muchos, de Italia y de varios países. Vuestro movimiento no pierde su capacidad de convocatoria y de movilización. Os agradezco que hayáis manifestado vuestra comunión con la Sede Apostólica y vuestro afecto al Papa. Agradezco al presidente de la Fraternidad, el profesor Davide Prosperi, así como a Hassina y a Rose, que han compartido sus experiencias. Saludo al cardenal prefecto, el cardenal Farrell, y a los cardenales y obispos presentes.
Estamos reunidos para conmemorar el centenario del nacimiento de monseñor Luigi Giussani. Y lo hacemos con gratitud en nuestros corazones, como hemos escuchado de Rose y Hassina. Expreso mi gratitud personal por el bien que me hizo, como sacerdote, contemplar algunos de los libros de don Giussani -como joven sacerdote- y lo hago también como Pastor universal por todo lo que supo sembrar y difundir por doquier para el bien de la Iglesia. ¿Y cómo no van a recordarle con sincera gratitud los que fueron sus amigos, hijos y discípulos? Gracias a su apasionada paternidad sacerdotal en la comunicación de Cristo, crecieron en la fe como un don que da sentido, amplitud humana y esperanza a la vida. Don Giussani fue padre y maestro, fue un servidor de todas las angustias y situaciones humanas que encontró en su pasión educativa y misionera. La Iglesia reconoce su genio pedagógico y teológico, desplegado desde un carisma que le fue dado por el Espíritu Santo para el “bien común”. No es la mera nostalgia la que nos lleva a celebrar este centenario, sino el recuerdo agradecido de su presencia: no sólo en nuestras biografías y nuestros corazones, sino en la comunión de los santos, desde donde intercede por todos los suyos.